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Leyendas universales
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LEYENDA DE LA IMPORTANCIA DEL VINO (II)

LEYENDA DE LA IMPORTANCIA DEL VINO (II)

- ¿Y en ese país hablan nuestro idioma?

- Allí hablan muchos idiomas, pero como el novio es un príncipe inglés, ten por cierto que además del francés los nobles también hablarán nuestro idioma, cada vez más usado en Inglaterra.

- Me tranquiliza saberlo. Y ese Milán está muy lejos, ¿no?

- Menos de lo que te imaginas, Peter. Nuestras naves cada vez son más veloces.

- Sí, están diseñando nuevos modelos. Yo era carpintero antes.

- Ni lo digas. Vamos a un acto importante y debes ser únicamente un chambelán cortesano dedicado a servir vino y a hablar de sus excelencias.

- Intentaré estar a la altura del acto y divulgar con pasión los vinos de mi ama.

- Lo primero que has de hacer es asegurarte de que el vino que llevamos en las bodegas esté bien y se sirve en el orden adecuado. Baja y ve probando uno a uno todos los vinos, para cerciorarte de que están en buenas condiciones. No podemos arriesgarnos a que algún invitado enferme o que sirvamos vino picado. Eso sería nuestra ruina.

- Bueno, ya voy, pero tal mezcla de vinos…

- Hazlo. Es imprescindible.

Peter fue probando uno a uno todos los vinos, después volvió a probar los que menos le gustaban para ordenarlos de más a menos calidad, después bebió de los mejores para definir el orden en que habrían de presentarse en el banquete, y finalmente se bebió un vaso de Burdeos, su vino clarete preferido junto a un trozo de queso. El resultado fue una somnolencia absoluta que se prolongó toda la noche.

Al día siguiente, ya de día, lo despertó bruscamente Chaucer.

- ¡Peter, Peter! ¡Despierta! ¡Ya hemos llegado!

- ¿Qué?

- Ya estamos en Milán. Vamos, levanta.

- ¿Ya en Milán? ¿Tan pronto se llega?

- Llevas 3 días durmiendo. Estaba preocupado por tu salud. Y soñabas continuamente en voz alta.

- ¿Que soñaba? ¿Qué decía?

- Mencionabas un nombre de mujer. Decías “Alison, Alison”. Me extrañó porque tu señora se llama Philippa, ¿no?

- Sí. La otra es una novia que tuve – dijo Peter con evidentes muestras de avergonzarse.

- Ya. Pero ahora no podemos pensar en mujeres. Los dos estamos al servicio de nuestro país.

El barco había atracado en un pequeño muelle de la isla de Sheppey, en la desembocadura del río Támesis. Chaucer tenía sus dudas de que Peter pudiera descubrir la estratagema, aunque se tranquilizó en cuanto vio que el antiguo carpintero de naves, pero no marinero, no parecía reconocer el paisaje.

Sheppey era una isla llana llena de ovejas y plagada de marismas, pero allí estaba Shurland Hall, donde vivían Sir Richard Cheney, su esposa Margaret y sus 7 hijos, de 9 a 19 años. Aunque sir Richard no visitaba la isla mucho más que para dejar embarazada a su mujer una y otra vez, lady Margaret vivía siempre allí con sus hijos. Era una ávida lectora de Chaucer y la carta que le entregó Alison la llenó de alegría. Al fin podía entretenerse con los juegos que había previsto el genial literato.

- Entonces, señora, ¿qué tengo que hacer? – dijo una asombrada Alison, no acostumbrada a hacer teatro.

- Tú te llamas Violante y eres una joven milanesa que acaba de perder a su novio poco antes de casarse y se ha quedado muda.

- ¡Vaya, qué ideas!

- Tendrás que hacer que te vea tu carpintero, pero sin dirigirle la palabra, eso te delataría. Aún así, debes insinuártele, provocarlo.

- A lo mejor me reconoce.

- Por supuesto que no. De eso me encargo yo.

A la llegada de Chaucer y Peter a la isla nadie les esperaba, excepto un enanito, en realidad el hijo menor de Margaret, que entregó un papel a Chaucer.

“Leonel de Amberes ha muerto. Que Dios lo tenga en su gloria. Todo Milán está de luto. Han sido decretados 2 días de silencio para todos los residentes y visitantes que deberán respetarse escrupulosamente desde el momento en que entren en el palacio. Violante Visconti”

- ¿Malas noticias?

- Las peores. No hay boda.

- ¿Qué no hay boda? ¿Cómo es eso?

- Se ha muerto el novio.

- ¿De verdad?

- Sí. Vamos a palacio. Han decretado dos días de silencio absoluto. En cuanto entremos en palacio ya no podremos hablar.

- Pues vayámonos, volvamos a Inglaterra.

- No es así como se comportan los caballeros. Debemos presentar nuestras condolencias a la joven novia viuda.

- ¿Y cómo hacemos para dar el pésame sin hablar?

- No conoces su ritual de luto, claro. Primero tenemos que celebrar las tres comuniones. Coge el vino más fuerte que tengas, que será bendecido por el obispo, también invitado a palacio. Deberemos rezar el rosario y comulgar 3 veces cada día para que San Pedro abra las puertas del cielo al príncipe. El único problema es que Violante no estará con nosotros. Rota por el dolor de perder a su amado, permanecerá en sus aposentos. Tú serás el encargado de llevarle la comunión tras la nuestra. Cuando estés ante la pobre novia, que seguro lleva la mantilla de duelo que le tapará completamente la cara, ella te impondrá las manos sobre los hombros. Tú deberás hacer lo mismo y, frente a frente o arrodillados, rezaréis mentalmente un ave María por el alma del finado.

Caminando hacia la vivienda de lady Margaret, Peter estaba comenzando a desconfiar de esas costumbres y tierra tan parecida a su Kent natal.

- ¿Pero Milán es una isla?

- Es una gran isla cuya vista se pierde en la lejanía. Aquí atracan barcos de todas las naciones de Europa, naves musulmanas o embarcaciones venecianas cargadas de especias. Y aquí se asientan grandes bancos que guardan el dinero de las mayores fortunas de nuestro tiempo.

A la entrada de Shurland Hall les esperaba lady Margaret disfrazada de sirvienta. Impuso las manos sobre Chaucer, luego él sobre ella y ambos guardaron silencio mientras con total seriedad parecían orar al Altísimo. Una vez dentro les esperaba el segundo hijo de la dueña, disfrazado de obispo que, tras la ceremonia de la imposición de manos a Peter, recogió la preciada bebida de manos de Peter, para llevarla al altar de la capilla de la casa. Llenó un gran cáliz con el vino y comenzó la ceremonia. Durante una hora Peter tuvo que imitar los movimientos que realizaban los otros, quienes parecían conocer perfectamente el rito para él completamente nuevo. Siguiendo los gestos del falso obispo se ponían de pie, luego de rodillas, luego se sentaban, volvían a ponerse de pie y así durante una hora. Peter no podía más que mirar a Chaucer y aunque algo retrasado imitaba sus movimientos. El acto final de ese oficio religioso fue beber del cáliz que les ofrecía el obispo, pasando tres veces por cada uno. Cuando el oficio hubo acabado, quedando el cáliz en manos de Peter, el obispo, acompañado de dos monaguillos que portaban grandes cirios, inició la procesión hacia el aposento de la novia. Chaucer hizo un gesto a Peter para que los siguiera, y el pobre carpintero caminó a dar la comunión a su antigua amante.

Al llegar a la puerta, el obispo golpeó con su anillo 3 veces, los monaguillos dejaron los cirios en unos candelabros que había a ambos lados y desaparecieron, dejando a Peter allí solo con el vino.

Al momento apareció Alison, vestida por primera vez en su vida con un vestido de novia, y con el rostro embozado con una tupida gasa. Al ofrecerle Peter el vino consagrado bebió un buen trago. Después, dejándolo en el suelo, puso las manos en esos hombros que tan bien conocía mientras que el chambelán hacía lo mismo. Peter aunque lo intentaba no podía concentrarse. Aun con la poca iluminación le pareció que el pecho de la falsa Violante aumentaba de tamaño y él no podía hacer nada para acallar su instinto animal...

En la segunda comunión la novia vestía un vestido semi-transparente tan atrayente que era imposible apartar la mirada del cuerpo que mostraba y aún más difícil dejar de imaginarse lo que ocultaba. Esta vez la imposición de manos no fue un acto estático. Las manos fueron bajando hacia el pecho y el deseo se hizo consciente.

En la tercera comunión la novia, aún con la cara tapada, estaba desnuda frente a Peter y lo acariciaba decididamente. Cuando estaban abrazados henchidos de pasión, apareció Galleazo II Visconti, padre de Violante, o sea el hijo primogénito de lady Margaret.

- ¡Camarlingo! ¡Camarlingo! ¿Cosa fai?

- ¿Qué, qué? – dijo Peter completamente avergonzado.

- Has deshonrado a mi hija, aprovechando su debilidad. Vas a morir, bellaco. Por el honor de mi antepasado sir Robert de Shurland que por defender su honor mató a un monje y cortó la cabeza a un caballo.

- ¿Pero qué pasa, mi señor? ¿No respetáis las tres comuniones y el debido silencio en las exequias de quien iba a ser vuestro hijo? ¿Cómo es eso? – dijo lady Margaret, aparentado un gran susto.

- Ya ha pasado la tercera comunión. ¿Pero comunión decís? Este extranjero estaba violentando a mi hija delante mismo de su habitación.

- ¡Hija mía, hija mía! ¿Qué te ha pasado? – dijo gritando la hija mayor de lady Margaret en el papel de lady Margaret.

- Ahora, ya deshonrada, deberá ingresar en un convento. Desgraciada, una doncella tan hermosa. Vamos, tapadla, y encerrarla en su habitación, no quiero ni verla – dijo el supuesto padre.

- Permitidme que intervenga, excelencias. Yo he traído a su servicio a mi chambelán con un propósito bien distinto. El paso del gozo a la tristeza sucedió antes de nuestras llegada. Logremos ahora pasar de la tristeza al gozo. Peter un joven experto en los mejores vinos que llegan a Inglaterra. Es soltero y con su unión a la familia podrían obtener sus señorías muy buen provecho. Es un bodeguero incomparable que con total seguridad hará subir las rentas de la hacienda con la venta o comercio de licores.

- ¿Pero qué dice usted? ¿Casarlo con mi hija? ¿Cambiar a un príncipe por un bodeguero? ¿Está loco, señor Chaucer? Esto no es literatura, estamos hablando del bienestar de mi hija.

- Sí, casar a su hija. Seguro que forman un matrimonio perfecto. Peter es un hombre de palabra y estoy seguro de que mantendrá su compromiso. Además de bodeguero y chambelán es un experto carpintero constructor de naves de su majestad. Si lo aceptan en su seno yo me comprometo a dotarle de recursos suficientes para que en esta familia reine la alegría tras tan infaustas noticias. ¿Aceptas casarte con lady Violante Visconti, Peter?

- ¿Pero cómo voy a casarme con una mujer a la que ni he visto la cara. Y ni sé si hablamos el mismo idioma.

- No te preocupes de eso, la cara creo que se te hará conocida y seguro que, aunque extranjera, habla nuestro idioma.

- ¿Y a mí nadie me pregunta si quiero casarme con él? – dijo Alison apareciendo en ese momento.

- ¡Alison! ¡Eras tú! No entiendo. ¿Qué haces aquí? – dijo Peter, con los ojos saliéndose de las órbitas.

- Convencerte de que vuelvas conmigo.

- ¡Has jugado… habéis jugado conmigo!

- ¡Sí! – dijeron todos al unísono, riéndose, ante la cara de asombro absoluto de Peter que después fue de odio al mirar a Chaucer.

- Tras conocer a los personajes se presentan los actores y actrices. Soy lady Margaret Cheney, señora de Shurland, y mis 7 hijos.

- ¿No estamos en Milán?

- No, estamos en Inglaterra, a la entrada de nuestro gran río. La trama urdida por nuestro gran escritor me ha hecho pensar. Voy a destinar a Peter a llevar esos excelentes vinos a todas las casas nobles de nuestro país. Y Alison me podrá ayudar a cuidar a mi extensa prole. Os voy a necesitar a los dos. Desde hoy pasáis a estar a mi servicio. Vosotros decidís si queréis casaros, estar juntos o no. Pero sin duda va a venir muy bien vuestra ayuda en esta casa.

- Amor mío – dijo Alison, abalanzándose sobre el hombre que tanto deseaba. Y unieron su reconciliación con un abrazo sincero.

A su vuelta a Londres, Chaucer solo pudo satisfacer a la señora Wines, enfadada por la pérdida de su joven amante, tras entregarle de parte de lady Margaret un considerable pedido de sus productos a servir inmediatamente a Shurland Hall. Y como suele pasar, el dinero sustituyó al afecto y pronto pudo contratar Philippa Wines a otro chambelán, todavía más joven que Peter, para que sustituyera a su anterior amante en todas las funciones que este había desempeñado.

Mientras tanto, en la isla de Sheppey, lady Margaret leía el Cuento de la comadre de Bath a unos ensimismados Alison y Peter, que lo escuchaban por primera vez, mientras daban gracias por su dicha al escritor que los había unido.

- “Y así vivieron alegres y felices por el resto de sus vidas. Que Jesucristo os envíe maridos obedientes, jóvenes y animosos en la cama y que nos conceda la gracia de sobrevivir a aquellos con los que nos casemos. También ruego a Jesús que acorte los días de aquellos que no quieren ser gobernados por sus esposas; y en cuanto a los esperpentos viejos, gruñones y tacaños, ¡que Dios les confunda!

- ¡Cómo ha cambiado el mundo en este tiempo” – dijo el inca Garcilaso, al acabar otro cuento de Chaucer - ¡Cuántas culturas desconocían!...

Sí, en el siglo XVI él como mestizo era la prueba palpable de que había tierras al oeste de Europa, y que se habían unido entre sí.